DOLMEN DE LA HIJADILLA Y ERMITA DE SAN JORGE

 


 

Ruta por la ermita de San Jorge, dólmenes de la

Hijadilla y Torre de los Mogollones.

Febrero 2022

 
Isidro y yo

.


Mi pariente, amigo y excompañero de trabajo Isidro es un consumado ciclista, conocedor de innumerables rutas asfaltadas y no asfaltadas, distribuidas por los alrededores de Cáceres y los llanos de Sierra de Fuentes hasta las tierras de Trujillo. No sé bien si exagero o me quedo corto, pero lo cierto es que es un avezado experto en rutas ciclistas. Esta condición me llevó a acordar con él una visita a los dólmenes de la Hijadilla ya que resulta difícil localizarlos, incluso utilizando GPS, si no vas con alguien que conozca previamente su ubicación.

Nos desplazamos en coche por la carretera Cáceres-Badajoz, EX-100, hasta llegar a una desviación, bien señalizada, que conduce a las instalaciones de la empresa “Conyser”. Antes de llegar a la entrada de sus instalaciones, tomamos un camino a la derecha. Ya a pie, anduvimos unos tres kilómetros hasta que divisamos la torre de los Mogollones.

El camino atravesaba terrenos de retamas y escasos pastos, ningún regato y un solo pozo convertido en estercolero. A pesar del árido paisaje, ir en compañía de un buen conversador como Isidro, con un humor fino, hizo que la travesía de este desolador panorama se convirtiera en un agradable paseo por el campo.

Al acercarnos a la finca donde se encuentra el torreón-fortaleza, nos encontramos con un grupo de vacas retintas pastando junto a un toro de la misma raza a quien no dudé un momento en hacerle una fotografía como las que haría después a los monumentos a visitar. Una vez que entramos en el recinto en el que se encontraba el ganado, las vacas se alejaron nada más vernos, creo que les incomodaba nuestra presencia.

Nos dirigimos en primer lugar a los restos de la ermita de San Jorge que aún se mantienen en pie, distantes unos trescientos metros del singular castillo, en un paraje fascinante, un lugar con encanto, casi mágico, como suelo decir yo.

Es una ermita diferente a cualquier otra que hayas visto o visitado, es una extraña edificación enclavada a ras del suelo, sobresaliendo por encima del nivel del terreno solamente la parte más alta de los arcos que soportan la bóveda de la única nave de la que consta este pequeño tesoro abandonado a su suerte. Debió ser una ermita coqueta, con todos sus muros decorados con una rica y colorida iconografía desarrollada por un pintor cacereño del siglo XVI.

El día que la visitamos, la parte inferior estaba cubierta de agua, una auténtica charca que sirve de abrevadero al ganado que nos recibió cuando entramos en el cercado donde se encontraban paciendo. He leído dos propuestas que tratan de explicar esta peculiar construcción bajo la línea del suelo. La primera de ellas mantiene que la ermita se construyó aprovechando los restos de un antiguo aljibe que abastecía de agua al cercano torreón. En la segunda propuesta se explica que este modelo de obra responde a que en ella se llevaría a cabo algún tipo de ritual relacionado con el bautismo en el que el nuevo cristiano recibía las aguas montado a caballo. Yo me inclino por esta última conjetura, es más épica, aunque la primera pudiera parecer más razonable.

En cualquier caso, esta, para mí, preciada joya del siglo XIV, se ha mantenido en pie unos seiscientos años. Ni la lluvia, ni el fuego han podido destruirla, a pesar del descuido y la violencia del hombre que ha llegado a “vaciar” los ojos de algunos de los personajes representados en sus vivaces pinturas.

Abandono de una edificación que sobrevive después de tanto tiempo y haber pasado por multitud de vicisitudes. No puedo hacer una estimación de su valor arquitectónico, como tampoco puedo hacerlo de la iconografía que decora sus paredes. Pero lo que sí puedo valorar es el momento que se vive cuando contemplas las ruinas de la ermita en ese entorno apacible, sereno, percibiendo la magia del lugar sólo interrumpida por la amenaza del gigante torreón que se alza a unos cientos de metros de ella.

Visitamos la fortaleza de los Mogollones, imponente y sólida construcción que merece echarle una ojeada. La planta baja y dependencias aledañas se han convertido en establo para el ganado que nos dio la bienvenida al llegar a este predio. No se puede acceder a las plantas superiores por el peligro de derrumbe de suelos y escaleras. En la base del torreón se ha utilizado al menos un sillar de granito rojizo con inscripciones, tal vez romanas, los expertos lo conocerán. A su alrededor, un cercado de piedra utiliza como contrafuerte dos grandes losas, una de ellas bien podría pertenecer a alguno de los dólmenes cercanos, esto ya es fruto de mi imaginación, probablemente influenciada por el objetivo que nos planteamos de visitar los dólmenes de la Hijadilla, muy próximos al paraje en el que nos encontrábamos.

Al salir de la finca, Isidro, buen conocedor de aquellos caminos, se adentró por un sendero situado a la izquierda de la cancela. Las encinas comienzan a dejarse ver, y a poca distancia descubrimos la pequeña elevación del terreno que sirve de túmulo a uno de los dólmenes que buscábamos. Nos acercamos. Está bien conservado, con sus enormes losas clavadas en el suelo, su corto corredor, y su cámara bien definida, rodeado todo el conjunto de nuestras generosas encinas, en un incomparable paraje.

Desde allí, volvimos a retomar el mismo camino en busca del segundo dolmen. Isidro, teléfono móvil en mano, rápidamente encontró la vía que nos condujo hasta él. Situado a escasos metros del camino, aunque oculto dentro de un auténtico bosque de encinas, carrascos, retamas y otros arbustos, dimos con los restos del otro dolmen de la Hijadilla. No se conserva en buen estado, pero como todos estos monumentos, merecen nuestra respetuosa visita.

Ya de vuelta hacia el coche, durante el trayecto, la conversación giró en torno a la valoración que hacíamos de los lugares que habíamos recorrido, conviniendo que, a pesar de estar tan cerca de Cáceres ciudad, estos monumentos son poco conocidos por nuestros paisanos. Pero también surgió otro interesante tema: nos hubieran venido muy bien unos bocadillos o cualquier otra vianda, con unas cervecitas frías, para coronar tan interesante itinerario. La próxima vez, no lo olvidaré, porque tengo intención de repetirlo con Marina.

Francisco Javier Hurtado Sáez

Cáceres 15 de marzo de 2022



Comentarios

Entradas populares de este blog

¡EMOCIÓNATE!

LAVADERO DE LANAS "SAN MIGUEL"