LAVADERO DE LANAS "SAN MIGUEL"

 

 


 

 

Relato: Visita al lavadero de lanas “San Miguel”

Estación de Arroyo-Malpartida

Martes 28 de febrero 2023

Isidro y yo.


El 5 de enero de 2021 se publicó un artículo en el periódico Extremadura cuya cabecera decía: “El lavadero de lanas San Miguel, un lugar mágico”. Dos años después, mi pariente, amigo y excompañero de trabajo Isidro, al que ya conocéis si leísteis el relato de la ermita de San Jorge, me propuso hacer una visita a un lavadero de lanas por el que había pasado haciendo una de sus rutas en bicicleta, era el mismo lugar citado en la prensa. Sin dudarlo concretamos el día y la hora para la salida.

Tomamos la carretera de Cáceres a Valencia de Alcántara, pasado Malpartida de Cáceres, nos desviamos en el cruce que se dirige a Arroyo de la Luz y a escasos dos kilómetros entramos en la calzada de la Estación de ferrocarril de Arroyo-Malpartida. Atravesamos el poblado ferroviario y dejamos el coche al finalizar un camino que lleva justo a las vías del tren. Continuamos a pie unos cuatrocientos metros, de inmediato divisamos las dependencias del lavadero de lanas San Miguel.

Para acceder al interior de las instalaciones hay un gran portón de hierro, por encima, sobre la fachada, un escudo heráldico en esgrafiado, probablemente de los fundadores del lavadero. A la derecha una puerta tapiada, en lo alto del acceso sellado, unos azulejos con la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles, más arriba hay una pequeña espadaña sin campana. Frente a la puerta tapiada se yergue una lápida romana con una inscripción ilegible para mí.

Hasta ese momento, todo indicaba que nos encontrábamos ante unas construcciones rústicas abandonadas, sin ningún atractivo especial. Decidimos entrar al recinto cerrado en el que se levantaban las edificaciones en ruina. Descorrimos el pesado cerrojo de la puerta metálica y nos hallamos ante un espacio diáfano, alrededor del cual se distribuían distintos tipos de viviendas, todas ellas en un calamitoso estado de abandono. Sin embargo, resultaba un conjunto no exento de singular atractivo.

El que debió ser el edificio principal o residencia de los propietarios, del administrador o tal vez las oficinas, aún conserva su aspecto sobrio, austero y algo señorial. Recorriendo con la mirada las demás construcciones, pudimos ver una sucesión de arcos de ladrillo visto, que resaltaba sobre las fachadas de cada una de las amplias naves. Es probable que en otro tiempo cada una de ellas estuvieran dedicadas a sala de esquileo, de pesaje de la lana o a depósito y almacenes. Otro de los edificios se distinguía de los demás por sus características diferentes, presentaba unas ventanas en la fachada, debió ser la estancia para los empleados y jornaleros. También se conserva en no muy mal estado el lugar donde se llevaba a cabo el lavado de lanas y, en peores condiciones, el habitáculo de las calderas para calentar el agua que se utilizaba durante el proceso.

Nos adentramos en algunas de las naves: un espectáculo de curvas sucediéndose rítmicamente, grandes arquerías que arrancan de unas cortas pilastras, arcadas contiguas en el centro sujetando los techos de madera, incluso en una de las construcciones, destacaba una alta bóveda de cañón, con arcos de medio punto. Un deleite para nuestra vista.

Mientras Isidro continuaba explorando las naves que abordamos, me sumergí en esta atmósfera para viajar en el tiempo hasta duras épocas pasadas: mes de mayo o junio, el calor aprieta, el sol cae con rigor sobre este escenario y sus personajes. Llegan los rebaños de merinas conducidos por el pastor y la ayuda de los perros de “carea”. Se concentran en el recinto central, esperando el turno para que los esquiladores lleven a cabo su tarea. Mientras tanto, otros empleados amontonan leña de encina junto a las calderas que pronto calentarán el agua llegada desde la cercana charca a través de un estrecho canalillo.

Los esquiladores, sudorosos, van separando los vellones de lana de la piel de las ovejas con unas toscas tijeras de hierro sólo ablandadas con un trozo de madera sujeta con tela para que los dedos no sufran demasiado.

Unos niños aparecen correteando y jugando entre las ovejas que esperan su turno. Una joven muchacha sale del edificio principal, lleva un cántaro apoyado en la cadera, irá al pozo a sacar agua.

Una vez extraída la lana, es transportada por los jornaleros a la rueda de lavado para quitarles la grasa y la suciedad, después tienden los vellones para su secado bajo el aplastante sol de comienzos de verano. Ya seca, dos peones van introduciendo los vellones en grandes sacos de arpillera que una vez colmados los colocan ordenadamente para pasar a la sala de pesaje. Allí otro peón va subiendo los sacos al balancín que cuelga de una “romana” instalada sobre un alto trípode. El capataz o encargado ajusta el “pilón” en las muescas del brazo de la romana y anota en su libro de cuentas las arrobas que pesa cada saco.

Mientras tanto, un grupo de tres o cuatro mujeres cargadas con cestos de mimbre salen del recinto para dirigirse, seguramente, a la charca a lavar la ropa.

Entra en el lavadero una carreta tirada por dos bueyes cobrizos, el carretero, acompañado de un gañán, la conduce hasta el portón de la nave donde se han dispuesto los grandes fardos para ser cargados. Saco a saco se completa la carga de la carreta. Una nueva carreta inicia su entrada en el lavadero, y así, hasta cuatro se reúnen en la plaza del lavadero.

Una mujer sale con un gran caldero de hierro vacío, es probable que ya haya dispuesto la comida para todo el personal que allí trabaja.

Terminado el almuerzo, las carretas emprenderán su viaje hacia Covilha, en Portugal, donde se manufacturarán para su envío a Oporto. Antes de la partida, un joven jinete entra en el recinto cabalgando sobre un fino corcel alazán, desmonta y se dirige de inmediato a la sala de pesaje: es el propietario del lavadero.

Las carretas van saliendo lentamente de la explanada central. La primera parada que hagan será en Arroyo de la Luz para hacerse de las provisiones necesarias para el viaje, descansar y a la salida del sol, partirán hacia Brozas, desde allí hasta Villa del Rey, Alcántara, Piedras Albas, y ya en Portugal a Capinha y por último a Covilha, su destino.

En ese momento, Isidro, con sus voces, me hace volver a la realidad. Me advertía que aún nos quedaba por visitar los alrededores: la charca, las conducciones de agua, una ermita dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, hoy convertida en establo para vacas y, un poco más alejado, un pequeño puente. Fuimos caminando por los aledaños hasta llegar al puente. Mereció la pena el paseo, nuestro inigualable paisaje de la dehesa se repetía una vez más por estos lugares, cobrando especial belleza en el entorno del sencillo puente que cruzaba sobre las tranquilas aguas del río Casillas.

De regreso, en el coche venía pensando que, efectivamente, como se decía en la cabecera del artículo del periódico, el lavadero es un lugar mágico que te transporta a otra época en la que puedes imaginar al jinete que llega cuando ya todo el duro trabajo está realizado y quiere saber las ganancias que obtendrá del sudor y el esfuerzo físico de todo el personal que tiene a su servicio. Nuestra fantasía también nos puede llevar a atribuirle un romance con la muchacha que sale de la vivienda principal con el cántaro apoyado en la cadera, con final feliz o dramático, como queramos.

Pero la magia de este lugar puede conducirnos más allá y hacernos soñar con que otro rico alemán o americano o de donde Dios quiera que sea, llegue hasta aquí, le seduzca el lugar y con su fortuna transforme estos edificios semiderruidos en todo un conjunto de construcciones restauradas, que luzcan en su interior amplios espacios para la música, la danza, el cine, la pintura, la escultura. O para la memoria de todas esas mujeres que estaban al cuidado de los niños, cocinaban, lavaban la ropa, sacaban agua del pozo. O para el recuerdo de esquiladores, jornaleros, gañanes, carreteros y demás trabajadores que hicieron posible el desarrollo de una incipiente industria lanera en nuestra siempre venerable tierra.


Francisco Javier Hurtado Sáez

En Cáceres a 14 de abril de 2023


Comentarios

Entradas populares de este blog

¡EMOCIÓNATE!